La ilusión de la sanación
Vivimos en una época obsesionada con el progreso.
Todo debe mostrar avance, resultados, evolución.
Incluso el proceso de sanación se volvió parte de esa narrativa: “estoy trabajando en mí”, “ya superé esto”, “me falta sanar aquello”.
Pero detrás de ese lenguaje espiritualizado nos espera un problema, la ilusión de que sanar es una línea recta y que, en algún punto del camino, llegamos.
El mandato del progreso (heredado del mundo productivo) se infiltró también en el espacio interior.
Nos convencieron de que sanar equivale a mejorar, y mejorar implica rendir emocionalmente.
De esa forma es que transformamos el proceso personal en otro modo de autoexigencia,
medimos nuestra evolución por la cantidad de heridas “resueltas” o por la estabilidad que aparentamos.
Pero el alma no funciona con métricas. Y el cuerpo, menos aún
El cuerpo va más lento
Mientras la mente se adelanta a proyectar cambios y conclusiones,
el cuerpo sigue sosteniendo una historia más profunda, más antigua, más lenta.
El cuerpo no olvida, aunque la mente quiera cerrar capítulos.
Por eso, a veces sentimos que “ya entendimos todo” pero seguimos repitiendo lo mismo. El entendimiento no libera la emoción congelada; el cuerpo necesita tiempo para procesar lo que el intelecto solo observa.
Sanar, en ese sentido, no es acelerar, sino sincronizar los tiempos internos. Esperar a que el cuerpo llegue a donde la mente ya fue.
Entre la mente que comprende y el cuerpo que recuerda, existe una tercera dimensión: la memoria somática.
Es el registro invisible de cada experiencia emocional vivida o reprimida. No habla en palabras, sino en gestos, síntomas, contracturas, silencios.
Cuando el cuerpo vuelve a sentirse seguro, esa memoria se activa para liberar lo que había quedado suspendido.
Ahí ocurre la verdadera integración, cuando lo que entendimos mentalmente encuentra resonancia física y emocional.
Esa es la sanación real una reescritura sensorial del pasado, donde la historia deja de doler porque ya tiene un lugar dentro de nosotros.
¿Profundizamos?
Si sentís que entendés tu historia pero tu cuerpo todavía no la suelta, podés explorar este proceso en sesiones individuales.
Trabajamos con recursos somáticos, simbólicos y energéticos para acompañar al cuerpo a completar su propio tiempo de sanación.
Además de ser removedor es sanador y Ailu tiene una ternura y amorosidad que te hace sentir en paz.
